Desde el origen de la civilización los tejidos naturales han formado parte de las sociedades, utilizando fuentes de origen vegetal, como el algodón o el cáñamo, o animal, como la lana o la seda. Sin embargo, con la revolución industrial comenzó a mecanizarse una industria que hasta ese momento había sido artesanal y se empezaron a introducir nuevos tipos de tejidos que ya no provenían directamente de la naturaleza y que habían sufrido ciertas transformaciones químicas para lograr su obtención.
De esta forma, comenzó a principios del siglo XX un desarrollo que nos ha llevado hasta el día de hoy a una industria textil dominada por las fibras sintéticas como el nylon o el poliéster. Siendo este último, uno de los tejidos más utilizados en la industria textil actual y uno de los más contaminantes a nivel mundial debido a los procesos de manufactura a base de petróleo.
Así pues, el paso hacia las fibras sintéticas tiene una relación directa con la propia evolución del ser humano quien a través de la innovación tecnológica ha conseguido crear nuevas fibras textiles e incluso mejorar las propiedades de las ya existentes. Sin embargo, este proceso de investigación y mejora ha conllevado unos costes altísimos tanto a nivel social como medioambiental que deben tenerse en cuenta para evolucionar hacia una industria textil más sostenible.